Tuesday, November 02, 2010

1. Fragmento

Acabo de decir que venimos de mundos diferentes. Entonces, ¿qué podríamos tener en común? Lo dije más arriba: las ganas de cambiar las cosas que sólo pueden tenerse a la edad que nosotros tenemos. De aquí deriva algo fundamental, me atrevería a decir que el verdadero motivo de este intento de diálogo: pasa que si anhelamos de tal forma que la sociedad deje de ser como es (es decir, desigual e injusta, con el hombre explotado por el hombre, etcétera) debemos hacer algo. ¿Hacer qué? Trabajar, pues. Creer en las masas, en el levantamiento, en la rebelión del rebaño oprimido y cansado. Es un esfuerzo titánico y lo sabemos; también sabemos que es más que probable que ni nuestros hijos ni nuestros nietos vean ese nuevo mundo que queremos forjar... pero no nos importa, no por eso permaneceremos impávidos. Nuestro deseo de cambiar las cosas es directamente proporcional al tiempo y la energía que dedicamos a la causa.

¿Cómo lo hacemos? Ambos hemos escogido la política estudiantil como modo de expresión de nuestras inquietudes. Ahí es donde canalizamos esos anhelos de agitarlo todo para algún día encabezar la rebelión popular. La realidad, sin embargo, nos dice otra cosa: cuesta atraer a los compañeros y sumarlos al trabajo de información y movilización. La mayoría parece estar más interesada en simplemente pasar los ramos, en estar con los amigos y no hacer otra cosa. Nos duele admitirlo, pero somos los mismos de siempre. Pero por deprimente que pueda ser, seguimos en nuestro empeño, porque nos hace sentir libres y vivos. Hablaremos de eso más adelante.

Pero vamos por parte: me prestaste De la huelga salvaje a la autogestión generalizada, de Raoul Vaneigem. Yo no tenía idea de su existencia, y no la tendría todavía si no fuera por tu acertado gesto. Considero pertinente citar una de las preguntas que él se hace en este libro para seguir instalando el problema que nos convoca. Dice Vaneigem: ¿Tienes a menudo la sensación de estar en un mundo al revés, en el que las personas hacen lo contrario de lo que desean, pasan el tiempo en destruirse y en reverenciar lo que las destruye, obedecen a unas abstracciones a las que sacrifican la vida real?”. El libro entero me encantó, pero se me viene a la mente esa frase, que considero ideal para problematizar la existencia del trabajo alienado.

(...)

Nosotros detestamos la desigualdad. Ya te conté que hace muchos años me di cuenta de que no puedo vivir con eso, y sé que te pasa algo similar. De hecho, estaba tan harta del tema que dejé de ver noticias, espectáculo donde se reproduce la injusticia como si nada. Los noticieros son voceros de esta asquerosidad de gobierno que tenemos, donde cada asalto a mano armada a nuestros bolsillos simplemente “se anuncia”. Me di cuenta de que me enojaba tanto que ese estado se extendía a todo lo que hacía; por eso apagué la televisión y me encerré en mis propias cosas. Pero me sirvió de poco. Salgo a la calle y veo niños o ancianos mendigando en las calles, limpiando parabrisas o intentando hacer malabarismo en los semáforos para ganar algunas monedas. Es imposible pedirme (o pedirle a cualquiera) que algo así no le duela. En ambos casos, se es demasiado joven o demasiado viejo para seguir amarrado a la producción –entendiendo ésta como la primera acepción que se nos viene a la mente: un empleo remunerado-. Sabemos que no deberían estar ahí, pero si están es porque están desprotegidos y porque las condiciones materiales de su existencia no les ofrecen otra manera de sobrevivir.

No es agradable estar rabioso siempre, pero basta con hojear los diarios para tener ganas de gritar tu descontento...

CONTINÚA


1 comment:

Emiliano Navarrete said...

Largo argumento (el que tengo que dar y me da flojera porque mañana trabajo) . Viva la autogestión y el trueque. ¿donde pillo el libro que mencionas?