Friday, May 29, 2009

Caídos a la necesidad

He vuelto, mis paisanos. Por motivos que aún no me explico, el staff Agujón me convocó nuevamente para hablaros, esta vez, del capitalismo. Sin duda, un tema contingente, si pensamos en la crisis económica que nos tiene a todos con el cinturón casi tan apretado como en el período 1997-98.

En esa época, yo tenía 9 años. Me acuerdo que el país crecía en un simpático 7%, y por lo menos en mi clasemediera casa, se respiraba la bonanza, y se expresaba en pulentos regalos, mucha ropa, muchos libros nuevos, y las salidas al cine y a almorzar afuera de todos los fines de semana. En fin, se podía acceder a un montón de bienes materiales. Pero, con la crisis asiática, a mi mamá la echaron de la pega y se terminaron las salidas como las conocía hasta ese momento. Los libros pasaron a ser un lujo, así como el cine, los museos, las ricas onces y las compras varias.

Que se redujera el poder adquisitivo familiar no atentó contra mi infante felicidad. Que ya no se pudiera ir al cine cada semana no arruinó mi vida, pero sí tengo claro que me afectó ver a mi mamá sin trabajo, preocupada por el porvenir. En ese entonces no entendía nada, pero el tiempo me hizo constatar que la inestabilidad, los efectos de crisis remotas y el largo etcétera de consecuencias radica en el régimen capitalista al que estamos sometidos, al neoliberalismo impuesto desde la dictadura (los culpables de absolutamente todo), a que el patrimonio chileno está en las garras de unos pocos grupos ultrapoderosos, y que tenemos un Estado debilitado y maniatado, a lo que se suma un gobierno de gilipollas en los que escasea la voluntad para parar los carros y proteger al pueblo del devenir mundial. Con o sin esta nueva crisis, estaríamos igual: abandonados a nuestra suerte, subyugados al mercado y a la crueldad que rodea a los despidos masivos, a la explotación, a los sueldos miserables y a la terrible confirmación de que somos sólo máquinas, sujetos de producción obligados a trabajar para vivir. Nos falta tener tatuado un código de barras, nada más.

Para terminar, os dedico una canción; la hizo un amigo mío, tal vez la conocen. Dice así:

“es el como y el porqué, es el presente y el futuro.
Es el poder y la pasión, el atractivo más seguro.
El profesor no tiene la cabeza en enseñar,
como el doctor no sale de su casa para sanar.

Somos mil perros tras un hueso, esclavos de los pesos.
No es chiste ser mayor, ¡paren mi reloj por favor!”


Hasta la próxima.



* columna publicada en http://www.elaguja.cl

Tuesday, May 05, 2009

¿Quién quiere ser diputado?

Diciembre no sólo es mes de elecciones presidenciales. Junto con hacer la raya vertical que elegirá al próximo presidente de Chile, los inscritos en los registros también tendremos que votar para renovar nuestro Parlamento. Y si bien la cobertura mediática todavía no es la que tienen Piñera o Frei, poco a poco van apareciendo nombres de eventuales candidatos. Algunos archirepetidos, otros que no calientan a nadie... y otros, simplemente inexplicables.

Resulta que ahora, a Claudio Narea se le ocurrió que quiere ser Diputado de la República. La información fue publicada hace un par de semanas en una sección de noticias breves en Las Últimas Noticias, y además de ponernos al tanto de la última gracia del guitarrista, nos cuenta que, de concretarse la candidatura, Narea iría como independiente por “alguna comuna popular”, como Pudahuel o San Miguel. Es más que probable que se decida por esta última, por razones bastante obvias: su pasado como guitarrista de Los Prisioneros lo fijó para siempre en la retina colectiva, y no faltará el votante ingenuo que le dé su preferencia, pensando que con esa acción, le asegura un escaño a Narea y su espíritu libertario, el de las canciones de los ’80 que, pese a asegurar que quiere dejar atrás esa época tortuosa, insiste en seguir tocando junto a Miguel Tapia. Sin embargo, es sabido que esas canciones revolucionarias fueron hechas por Jorge González, y que Claudio no fue más que el intérprete. El que hacía los solos de guitarra tal como se los enseñaba González, calcaditos. Entonces, ¿quién es el contestatario?

Por otro lado, todo aquel que leyó Mi vida como Prisionero y no se durmió en el intento, pudo constatar el desmedido interés de Narea por el dinero. Para quien no sabe, se lo contamos: “Quería encontrar un trabajo estable, ya que había descubierto que la música no me entregaba el dinero que compensara mi labor”, dice él mismo, a propósito de su precaria situación económica, factor que se convierte en una constante a través de todo el libro (aunque el socio se las arregla para no explicar cómo diablos pudo gastarse los 300 millones que ganó gracias al regreso de Los Prisioneros).

Tomando en cuenta este detalle no menor, ¿qué se puede pensar de las aspiraciones políticas de Claudio Narea? Que una dieta parlamentaria de 5 millones mensuales resulta tentadora, sobre todo para este hombre que primero escribe un libro como método de “sanación”, y luego –incomprensiblemente- se va de gira cantando las canciones que fueron el soundtrack de la peor época de su vida. Todo esto es sinónimo de plata en los bolsillos, y eso a Claudio Narea, claramente, le agrada. Estamos todos de acuerdo en que, con los tiempos que corren, nadie le haría asco a un sueldo de cinco palos, pero por favor, un mínimo de consecuencia. Nadie puede dárselas de humilde y sencillo, teniendo a la vez tal sed monetaria. Algo huele mal ahí, y esta repentina inquietud por un puesto en el Parlamento resulta, por decir lo menos, llamativa. Habrá que esperar a ver cómo viene la cosa, y qué propuestas de acción surgen de la “inquietud” social del señor Narea. Si es que las hay, claro.




LA VISIÓN PAÍS DE NAREA