Tuesday, January 06, 2009

Un cabro llamado Matías

Hace un año y tres días atrás, yo no sabía que en el mundo habitaba un tal Matías Catrileo, que tenía 22 años, estudiaba en Temuco y luchaba por las reivindicaciones del pueblo Mapuche. Ese 3 de enero 2008 yo, teniendo aún 18 años, vine a enterarme de su existencia con la gentileza del fascismo. La tele y los diarios me pusieron al tanto del asesinato de este cabro a manos de los pacos. Sí, de nuevo. Los pacos culiaos se habían anotado una nueva víctima, un nuevo nombre a la lista de abusos.

Durante los días que siguieron, La Moneda y la Plaza Italia fueron cercadas por las tortugas ninja; los energúmenos de verde dispuestos a impedir cualquier manifestación y castigar como fuera a quien osara protestar por la muerte de Matías. Yo pasaba por ahí y de verdad me sentía mal. Como dije, antes del 3 de enero yo no tenía idea de Matías, pero después de esa fecha, ver las noticias se hacía cada vez más terrible. Él era un cabro como cualquiera de nosotros, pero a la vez, distinto a una mayoría importante. Sólo tenía 22 años, tenía un apellido mapuche que no lo avergonzaba; al contrario, era su máximo orgullo, y fue precisamente la cuestión de su nombre la que lo llevó a apoyar la causa mapuche. Mejor dicho, abrazarla. Luchar con todo lo que tenía a su alcance, llegando incluso a dar la vida.


Datos como los que mencioné deben ser los que en ese momento me tocaron tanto, e inclusive hoy, siguen haciendo que lamente el asesinato de un cabro al que no conocí, ni supe de él mientras estuvo vivo. Precisamente por eso: porque fue un asesinato, por la crueldad del hecho, porque quedó impune. Es sabido que en este país, la muerte de un paco es motivo de conmoción nacional (o no, Bernales?): todos andan histéricos, todos lo lamentan, todos se vuelven locos. Pero cuando un paco le pega o mata a un cabro de nuestra edad, un cabro que se rebela contra la injusticia imperante, queda como héroe, y esa imagen es legitimada desde las grandes cúpulas de nuestra sociedad, e incluso por la gente común y corriente: no debe sorprendernos que nuestros familiares o vecinos encuentren que un paco que asesina está cumpliendo con su deber. Claro, ellos se tragaron el cuento del terrorismo, sin detenerse a pensar ni por un segundo, para darse cuenta de que lo que unos llaman terrorismo, no es otra cosa que resistencia.

Yo también quisiera luchar más de lo que creo, hago o intento hacer. También me hubiese gustado tener un apellido mapuche, o en su defecto, llamarme Melipal o Millaray. Pero no tengo nada de eso, sólo la fuerza y las ganas que nacen de la observación de la realidad inmediata y del asco que me da esta "democracia". Y, por supuesto, la pena por Matías. Porque era tan joven, porque creía en algo y se la estaba jugando por eso.

Él, como tantos otros, no se tenía que morir. No así.



1 comment:

Leo Durán said...

Resulta que ahora defender lo que es de uno es Terrorismo.

Cuándo el pueblo mapuche dejará de ser reprimido y tendrá su recompensa historica y social?. Nosotros como chilenos somos invasores de nuestra propia tierra, dejemos en paz al pueblo que nos dio la garra que tenemos y que les entreguen de una vez por todas por justicia, por paz y por reconocimiento, lo que les pertecene.