Friday, March 25, 2011

Birday

Mis 22 ya no son una expectativa ni un mal momento. Ya son un recuerdo, porque fueron ayer. Los 23 de marzo son, sin duda, los días que más espero en el año. Sí, como cabra chica. No me interesan la Navidad y el Año Nuevo, menos las Fiestas Patrias; todas esas fechas no me mueven un pelo, pero si se trata de mi cumpleaños noto de inmediato un cambio en mis emociones, esa cosita en la guata y la interrogante de qué vendrá. La respuesta a esa pregunta son puras cosas bonitas, porque así debería ser... pero esta vez no fue así.

Sería injusta si dijera que todo fue horrible y que lo pasé mal. Mi cumpleaños tuvo cosas buenas, muy bonitas. Cosas que de verdad espero recordar en unos cuantos años más, cuando piense en mis 22. Espero quedarme con la pizza que almorcé junto a @Javierreinaldo (con pan de ajo, cortesía de la casa, para compensarnos la demora de nuestras pepperoni y hawaiana) y con la once con las queridas @totis y @pamdacinci, quienes me apañaron en el momento más triste de mi natalicio. Triste de verdad.

Después de dos párrafos de frases que quizás no expliquen nada, paso a explicar: en mi cumpleaños, mi día "especial", mi casa siguió como si nada. En la mañana supe que no había intención alguna de hacerme una once, siquiera de comprarme el pastel más sencillo... nada. Al momento de escribir esto no me siento tan dolida como me sentí ayer, mientras iba en el metro camino a la u preguntándome como era posible que mis parientes fueran tan indiferentes. Me enoja y me lastima demasiado, porque sé que yo, sin ser la persona más buena del mundo (quizás ni siquiera entre en la categoría de los buenos), JAMÁS permitiría que un día tan importante para un familiar pasara desapercibido. Es un asunto que no pasa por la plata que se gaste comprando mil cosas para comer y tomar, sino que se trata de crear una atmósfera bonita, de hacer sentir al otro que no está solo, que su círculo más íntimo lo valora, lo recuerda... qué sé yo. Después se me vinieron a la mente las cosas que yo he hecho en cumpleaños ajenos (familiares, siempre) y a continuación le tomé prestado un pensamiento a Vaneigem: la podredumbre de las relaciones humanas ha hecho que perdamos el placer de dar simplemente por hacerlo. Asqueada de mí misma, decidí dejar de lado el argumento de "yo lo he hecho por ellos / yo lo haría por ellos" y me concentré en lo que ya expuse aquí, en el hacer que el otro se sienta acogido y contento porque (se supone que) lo quieres.

Sí, todo esto se trata de que en tu día especial quieres sentirte así. Sentirte especial, querido, amado, adorado. Es pal cumpleaños, o nunca, hasta el próximo cumpleaños, si es que todo mejora un poco. Es cierto: todos los días pueden ser especiales y no hay días específicos para decirle a otro cuánto lo quieres, o para agradecer por todo lo que uno recibe, pero convengamos en que el cumpleaños es un día que está por sobre los demás. Otro día puede pasar desapercibido sin recibir esas muestras de afecto, pero si eso pasa para el cumpleaños, duele como nada.

Una gran parte de mí sabe que me quejo de llena. Recibí más de 230 saludos en facebook, 44 twitteos, unas cuantas llamadas, un mensaje de texto (...) y muchos abrazos. ¿Cómo no sentirme bien? No podría ignorar tantas muestras de cariño, ni sentirme conmovida ni feliz por que tantas personas se acordaron de mí y se dieron el tiempo de mandarme sus buenos deseos. Prefiero quedarme con eso, quizás el Chileno está en lo cierto y el pueblo "me adora", como a Evita en el '46... quizás exagera, pero lo cierto es que no tengo derecho a sentirme triste o enojada con todo y con todos, por el ninguneo de la gente que no me dio lo que quiero, lo que debí tener. Me sentí mal por un rato, me revolqué en mi pena, como suelo hacer siempre, pero después seguí adelante, con quienes realmente me valoran. Como me dijo Martín, estoy llegando a una edad donde puedo escoger a mi familia...